Se entiende por animales domésticos a todos aquellos que han atravesado un proceso de domesticación, o sea, que han aprendido a convivir con el ser humano a un punto tal que en muchos casos les costaría llevar una existencia alejada de la sociedad humana.
Se llama domesticación al proceso de acostumbrar a una especie animal o vegetal de vida silvestre a los términos de la existencia humana, o sea, a convivir con el ser humano y adecuarse al tipo de actividades que éste desempeña. Es un proceso iniciado hace miles de años, en los albores de nuestra especie, cuando el descubrimiento de la agricultura condujo a la necesidad de animales robustos que brindaran al ser humano la fuerza de la que su cuerpo carecía. Este proceso fue clave, además, en la invención de la ganadería y de otras actividades semejantes.
También se domesticaron especies vegetales, como el maíz y el trigo, que se adaptaron a proliferar en espacios controlados por el ser humano, en lugar de sus entornos naturales. Este proceso alteró para siempre sus cursos evolutivos y sometió a las especies a procesos de selección artificial de acuerdo a nuestras necesidades como especie.
Hoy en día, los animales domésticos habitan con nosotros en ambientes rurales y urbanos, sirviéndonos de compañía, alimento, transporte o fuerza de trabajo. A cambio, les ofrecemos una alimentación sin esfuerzos ni competencia, un hábitat seguro y ciertas comodidades, especialmente a aquellos que consideramos acompañantes cotidianos, como los perros y los gatos.